(Siguen notas - 9 y 10)
- Musulmanes: el sultán otomano era a su vez el califa desde 1517, una vez que el Imperio Mameluco de Egipto pasó a manos de la Sublime Puerta. Igual que ocurrió con el título de emperador romano, los sultanes turcos asumieron el de califa. Al reunificar sus fuerzas los estados cristianos de occidente y hacer frente a la expansión del Imperio Otomano, el acercamiento al Islam por parte de los turcos fue mayor, puesto que servía como atractivo al llamamiento para defenderse del infiel cristiano. Posteriormente, esta postura pro-islámica de los turcos quedó en entredicho al tener que enfrentarse a las revueltas independentistas árabes que surgieron por diferentes zonas de su territorio, ya casi al final de la existencia del Imperio.Todas estas minorías árabes estaban dispersadas por múltiples lugares y era imposible englobarlas en millets en base a un criterio de territorio.
- Judíos: básicamente gozaban de los mismos privilegios y obligaciones que los ortodoxos (que ahora veremos). Tesalónika fue un importante foco judío y floreció económicamente, llegando a su apogeo en el s. XIX, cuando llegó a ser, posiblemente, la ciudad "judía" más grande y próspera del mundo.
- Ortodoxos Cristianos: aunque esta denominación se refiere a los griegos dominados por el Imperio Otomano, todos los ortodoxos fueron incluídos en el millet-i Rum, (comunidad romana) bajo la hegemonía del patriarca de Constantinopla-Istambul. Esto implicaba que etnias muy distintas como serbios, búlgaros, valacos, rumanos y los propios griegos, fuesen metidos en el mismo saco, aunque de hecho, la jerarquía eclesiástica en estos lugares era predominantemente griega. Gozaban de gran autonomía en cuestiones de impuestos y administración de justicia, aunque estaban obligados al vasallaje y a jurar eterna lealtad al Imperio Otomano.
(10) Muchas son las controversias levantadas acerca de la muerte de Constantino, aunque la mayoría de las investigaciones apuntan a que murió luchando en la defensa de las murallas.
Se cuenta que, el día 25 de mayo, una procesión con iconos ortodoxos e imágenes católicas recorrió el centro de la ciudad hasta Hagia Sofia, donde se celebró una magna misa que sonó a despedida y donde se concelebró según los dos ritos, ortodoxo y católico, en señal de cortesía y deferencia hacia los aliados defensores latinos. La caída de algunas imágenes desde sus peanas durante dicha procesión, fue interpretada como un mal augurio por los habitantes de la ciudad. Según cuenta Phrantzes, tras abrazar uno a uno a los comandantes, Constantino pronunció un discurso a los defensores que ha sobrevivido hasta nuestros días:
[...]Mis señores, mis hermanos, mis amigos. El último honor que se nos ofrece como cristianos está en nuestras manos[...] Así pues que ha llegado el momento, en que el enemigo de nuestra Fe nos amenaza por cualquier sitio[...]Confío en vosotros, en vuestro valor, en esta espléndida y célebre ciudad, en nuestra Patria[...]Hay cuatro razones principales por las que vale la pena morir: la Fe, el hogar, la familia y el Basileus. Ahora debéis estar dispuestos a sacrificar vuestras vidas por estas cosas, así como yo también estoy dispuesto a sacrificar mi propia vida [...] A partir de hoy, los latinos y los romanos son la misma gente, unidos en Dios y es con la ayuda de Dios que hemos de salvar Constantinopla.
Esta misa fue la última de liturgia cristiana celebrada en la basílica de Hagia Sofia de Constantinopla y probablemente (bajo mi punto de vista) la más conmovedora de toda la historia de la Cristiandad.
Según Phrantzes, Constantino moriría cerca de la Puerta de San Romano. Tras deshacerse de las insignias imperiales, se lanzó a la lucha cuerpo a cuerpo en una brecha de las muralla por donde las avanzadillas turcas empezaban a penetrar. El cadáver sería reconocido por los turcos a causa de su calzado púrpura, reservado exclusivamente al emperador. Mehmet se apresuraría a enterrarlo en una fosa común, con la intención de evitar que los habitantes supervivientes le alzasen algún tipo de mausoleo donde venerarlo tras su muerte.
Otros sostienen que se entremezcló con la población vestido sin sus atributos imperiales y que salvó la vida en el anonimato. Esto es bastante improbable.
También existe una corriente que apunta a que los jefes turcos tomaron su cuerpo como trofeo de guerra y que le extirparon las vísceras. De esa guisa lo colgaron en la columna de Constantino I, símbolo del poder imperial romano de Bizancio, como señal de humillación hacia los vencidos y que Mehmet ordenó embalsamar su cabeza y la guardó como trofeo particular.
El general Notaras fue indultado, en principio, por el sultán, quien buscaba un rápido restablecimiento del orden, y también debido a la fortuna que el general poseía. Sin embargo, cinco días después del indulto, el sultán dió un gran banquete en el que recibió noticias de un eunuco acerca de la belleza del hijo mayor de Notaras. Mehmet envió en su busca con la intención de convertir al primogénito del general bizantino en uno de sus eunucos, algo a lo que Notaras se negó, por lo que él, su hijo y su hijastro fueron conducidos ante el sultán, quien mandó decapitarlos.
Otra teoría apunta a que Notaras retuvo parte del tesoro imperial para dárselo a Mehmet como prueba de buena voluntad. El sultán, ni impresionado ni agradecido, le sugirió que ese dinero debió ser usado para la defensa de la ciudad contra su propio ataque, por lo que consideró que Notaras era un traidor a su propia causa -así que, potencialmente también lo sería a la turca- y lo ejecutó.
Isidoro de Kiev pudo escapar de la matanza vistiendo con sus ropas de cardenal a un cadáver, al que los turcos, tomándolo por el religioso, cortaron la cabeza y la pasearon en triunfo por la ciudad; mientras, el verdadero cardenal "escapaba" camuflado como prisionero en un barco hacia Asia Menor, de donde pudo huir (o comprar su libertad) pocos años después.
Giovani Giustiniani recibió una herida y fue evacuado a un barco que pudo escapar a Quíos, donde murió a primeros de junio a causa de las heridas y (según se dice) amargado por haber abandonado su puesto.
Phrantzes en principio cayó en manos de los turcos, pero compró su libertad y huyó al Peloponeso, donde obtuvo la protección de Tomás Paleólogo, déspota de Morea y hermano del derrotado Constantino.
La población más indefensa (ancianos, mujeres y niños) corrió a refugiarse en las iglesias y conventos. En Hagia Sofia, los turcos rompieron las puertas y tomaron como esclavos a la multitud implorante, no sin antes repartirse a las mujeres que consideraron más bellas para violarlas, destino que también aguardó a las monjas de los diversos conventos.